Por Redacción

El silencio del intendente
Guaymallén atraviesa una de sus etapas institucionales más erráticas, y su intendente, Marcos Calvente, parece cada vez más lejos del cargo que ocupa. Las decisiones no se toman, los conflictos se acumulan, y la figura del jefe comunal se va desdibujando detrás de un halo de marketing político que ya no convence ni a los propios.
¿Un intendente sin voz ni voluntad?
Mientras se multiplican las denuncias, los reclamos ciudadanos y las evidencias documentales —muchas de ellas reveladas por Ecos Mendocinos—, el intendente Marcos Calvente guarda silencio absoluto.
Incluso su entorno más cercano ha dejado de intentar justificar las omisiones. Entre las internas del gabinete se rumorea que Calvente estaría reconociendo internamente muchas de las irregularidades denunciadas, pero se niega a actuar.
Una fuente afirma que el intendente, apodado irónicamente “el bomboncito” por su entorno, evita enfrentar los problemas porque “sabe que tienen razón”.
El poder informal de Melisa Villarroel
Buena parte del poder real estaría hoy en manos de Melisa Villarroel, actual directora de Comunicación y Asuntos Institucionales.
Según diversos testimonios internos, Villarroel concentra decisiones estratégicas, presiona a otras direcciones y actúa como filtro entre el intendente y la administración. Esta delegación absoluta de confianza ha creado un vacío político que afecta el funcionamiento de todas las áreas.
Desarrollo Social: un esquema de clientelismo sostenido
Una de las áreas más sensibles, la Dirección de Desarrollo Social, muestra su disfuncionalidad con la continuidad de Silvia Donati al frente.
Lejos de aplicar políticas públicas coherentes, Donati ha sido señalada por prácticas de discrecionalidad en la entrega de colchones y asistencia social. Testimonios aseguran que los recursos se utilizan a cambio de favores políticos, profundizando un sistema de clientelismo indignante.

Aún más preocupante, se señala a Donati por vínculos con una asociación civil constituida en el domicilio de su suegra, en San José, creada para recibir aportes económicos nacionales y privados. No hay explicaciones sobre la rendición ni destino de esos fondos, lo que alimenta las sospechas.
Pablo Raddi: el funcionario que nadie quiere, pero nadie remueve
Otro de los personajes que simboliza el deterioro institucional es Pablo Raddi, director de Control de Gestión. Aislado, sin respaldo de sus superiores y con múltiples episodios de desmanejos administrativos, sigue en funciones sin justificación aparente.
Según se comenta dentro del municipio, Raddi estaría protegido porque “si cae, arrastra a todos”, sugiriendo que conoce información comprometedora que podría poner en evidencia a varios funcionarios.
El pacto tácito de silencio lo protege, y con ello, la complicidad se vuelve norma dentro de la comuna.
Un gobierno dibujado y cómplice
Mientras el municipio se hunde en desorganización, denuncias no respondidas y políticas sociales manipuladas, el intendente Calvente calla y delega.
El vacío de liderazgo es evidente. Y aunque desde la Dirección de Comunicación intenten maquillar la imagen del intendente con apariciones cuidadosamente armadas, la gestión municipal muestra signos de una alarmante decadencia moral y política.
Guaymallén merece respuestas. Merece acción. Y merece que su intendente gobierne, no que se esconda tras los filtros del poder informal.
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Soy vecina de la calle 25 de mayo y mármol, los vecinos nos hemos enterado que la municipalidad está construyendo en el parquizado enfrente del restaurante don Aldo un estacionamiento exclusivo para él, pueden informarnos sobre eso?