Guaymallén se llenó la boca hablando de digitalización y modernización. Ahora, cuando los papeles empiezan a incomodar, vuelven los expedientes en papel. No es nostalgia administrativa: es refugio ante el control ciudadano. El regreso del expediente de papel en Guaymallén no es nostalgia…. Por Néstor Bethencourt

El regreso del expediente de papel en Guaymallén no es nostalgia…
1. De la “modernización ejemplar” al archivo de cartón
Durante años, la Municipalidad de Guaymallén vendió hacia afuera una imagen prolija: gestión moderna, expediente electrónico, transparencia, eficiencia. Los discursos hablaron de “Estado ágil”, “trámites digitalizados”, “circuitos más claros”. El expediente electrónico se mostraba casi como un logro civilizatorio: un municipio que dejaba atrás el papel y el polvo para entrar en el siglo XXI.
En la práctica, en menos de una década ya pasaron al menos tres sistemas distintos de expediente electrónico principal. Primero, se cambió de proveedor con la excusa perfecta: mejorar la transparencia, la calidad de indexación, las búsquedas y todos los eslóganes de manual. Después, cuando ese sistema empezó a mostrar sus límites —y, sobre todo, cuando algunos expedientes empezaron a volverse incómodos— apareció un tercer intento: un sistema nuevo, oscuro, impreciso, incómodo, mucho más turbio que el anterior. La “modernización” iba cambiando de nombre y de proveedor, pero no de objetivo: controlar qué se ve y qué no.
En ese último cambio, la jugada fue tan torpe que alguien reclamó. No solo desde afuera, también desde adentro. El sistema era tan malo que no resistía ni el uso cotidiano. El municipio se vio obligado a volver a contratar al proveedor anterior, manteniendo dos circuitos electrónicos paralelos que hoy conviven mal, se pisan, se superponen y dejan huecos.
Entre idas y vueltas, hubo negligencia y pérdida de material. Documentos que desaparecieron entre una migración y otra. Actuaciones que nadie sabe exactamente dónde quedaron. Demasiado conveniente como para creer que todo fue accidente.
En ese relato, la digitalización no era solo una herramienta: era un símbolo. Un ícono de que aquí, a diferencia de otros lugares, las cosas se hacían bien. Que cualquiera podía seguir una licitación, una contratación, una compra. Que los pasos quedaban registrados y que todo lo que pasaba en el municipio podía reconstruirse con un par de clics.
Ese relato duró hasta que la realidad empezó a hacer preguntas incómodas. Hasta que los expedientes dejaron de ser un cartel de modernidad y pasaron a ser prueba documental de decisiones difíciles de explicar. Hasta que, desde afuera, alguien empezó a leer con paciencia lo que la propia gestión había cargado en su sistema.
Entonces comenzó a pasar algo llamativo: donde antes había información accesible, empezaron a aparecer baches. Fechas sin rastro, licitaciones que no se encontraban, actuaciones que parecían “desaparecidas” del circuito electrónico. Y, de pronto, la novedad: nuevamente expedientes en papel.
2. Cómo se nota el apagón de datos en el expediente de papel en Guaymallén
El ciudadano común quizá no se siente todos los días frente a una computadora a revisar expedientes municipales. Pero cuando alguien lo hace de manera sistemática, como medio de comunicación o como vecino insistente, los patrones aparecen. Y el patrón de las últimas semanas es claro: hay huecos que antes no estaban.
Buscás un número de expediente reciente y no aparece donde debería. Revisás una licitación y encontrás las primeras hojas, pero no las últimas. Mirás series que deberían ser continuas y, de repente, se cortan. Lo que venía cargado con ritmo más o menos regular, ahora muestra cortes, demoras, errores groseros, documentos mal escaneados, referencias cruzadas que no cierran.
A eso se suma un panorama técnico a la altura del desorden político: hoy coexisten al menos dos sistemas electrónicos principales y, encima, regresó el papel. Expedientes que empiezan en un sistema y siguen en otro. Actuaciones que, según quién las busque, aparecen en una plataforma pero no en la otra. Migraciones incompletas. Folios que quedaron “en tránsito” entre proveedores. Un laberinto perfecto para que el vecino se pierda, para que el periodista se desgaste y para que el poder pueda decir, con cara de víctima: “no se encuentra en el sistema”.
El absurdo se vuelve aún más evidente cuando se mira cómo se controla —en teoría— la presencia del propio personal. En muchos sectores, si no en la mayoría, el ingreso y egreso del personal jerárquico sigue registrándose en planillas llenadas a mano, con firma incluida.
Son los mismos funcionarios quienes escriben la hora de entrada y de salida, sin control real de nadie, aun cuando el municipio cuenta desde hace tiempo con sistemas de reconocimiento por huella y/o facial. La tecnología está, pero se la esquiva.
Se jactan de tener y cumplir Normas IRAM; en muchos casos es puro maquillaje, le guste a quien le guste.
Muchos funcionarios no cumplen la carga horaria que les corresponde, y mucho menos los ítems extras o dedicaciones especiales que figuran en los papeles. La Dirección de Control de Gestión, área clave si las hay, es un claro ejemplo de ello, no la única.
La modernización, otra vez, se queda en el discurso: donde habría que dejar huella real, se elige la birome.
En paralelo, llegan novedades por vía informal: funcionarios que admiten que “se está trabajando en papel”, áreas que reconocen que “ese trámite todavía no se cargó”, excusas de “problemas de sistema” que se repiten demasiado seguido como para ser casuales. No hace falta demasiada imaginación para conectar los puntos.
Cuando la información deja de aparecer en el circuito digital justo en el momento en que ese circuito se convierte en una fuente de control, la conclusión es bastante lógica: alguien decidió bajar la persiana, aunque sea parcialmente. En vez de corregir errores, ajustar procedimientos y responder preguntas, se elige esconder parte del proceso en carpetas físicas, archiveros y escritorios cerrados con llave.
3. El expediente de papel como refugio
Volver al expediente de papel no es una inocente cuestión de formato. Es una decisión política y de poder. El papel tiene ventajas para quienes no quieren ser vistos:
- El papel no se busca por palabra clave desde cualquier computadora.
- El papel no deja un historial de accesos ni de consultas.
- El papel puede “extraviarse”, “archivarse mal”, “estar en la otra oficina”.
- El papel exige presencia física, pedido formal, tiempo y paciencia.
En resumen: el expediente de papel levanta una barrera entre la información y el ciudadano. Donde antes bastaba con entrar a un sistema y seguir un rastro, ahora hay que tocar puertas, depender de la buena voluntad de empleados y jefes, soportar la clásica respuesta de “no lo tenemos a mano”, “hay que pedirlo”, “vuelva mañana”.
No estamos hablando de romanticismo por los viejos tomos de cartón. Estamos hablando de algo mucho más crudo: cuando la digitalización se convierte en herramienta de control ciudadano, algunos descubren que fue un error dejar todo tan expuesto. Y retroceden.
Ese retroceso no se anuncia en conferencia de prensa. Nadie va a salir a decir: “de ahora en más, parte de las cosas delicadas las vamos a manejar por afuera del sistema electrónico”. Eso se hace en silencio, caso por caso, expediente por expediente. Se decide que tal cosa “por ahora va en papel”, que tal otra “ya se cargará más adelante”, que “no es necesario subirlo todo”. El regreso del expediente de papel en Guaymallén no es nostalgia…
El resultado es un esquema híbrido donde la legalidad se firma, pero la transparencia se recorta. La forma se mantiene, el fondo se esconde. Expediente de papel Guaymallén
4. Lo que esto dice del municipio… y de la justicia
Que un municipio que se autoelogia por su modernización empiece a refugiarse en el papel dice más de lo que parece. Dice, por ejemplo, que se siente observado. Que entiende que hay ojos siguiendo las licitaciones, los montos, los proveedores, las resoluciones. Que sabe que cada error administrativo, cada irregularidad, cada “desprolijidad” queda registrada y puede ser reconstruida.
Dice también que no confía en que la justicia sea un problema real. Porque si la Municipalidad de Guaymallén temiera de verdad a un Ministerio Público Fiscal activo, a un Tribunal de Cuentas implacable, a un Poder Judicial atento, la decisión lógica sería otra: ordenar la casa, corregir y blindar la legalidad de cada paso.
En cambio, el mensaje que se lee entre líneas es distinto: “la justicia no hace nada, pero no queremos dejarle todo servido en bandeja”. Mientras los organismos de control miran para otro lado o avanzan con pasitos mínimos, la gestión municipal ajusta su propio nivel de exposición.
Es una mezcla rara de miedo y confianza: miedo al archivo digital que no se puede borrar y confianza en que nadie va a entrar demasiado a fondo a revisarlo. La salida intermedia es volver a ese viejo refugio opaco, el expediente de papel donde todo depende de quién lo guarda, quién lo muestra y quién lo niega.
5. Un síntoma de presión: más errores, más improvisación
Paradójicamente, este retroceso al papel también es una señal de que la presión está funcionando. Cuando un sistema está cómodo, opera en piloto automático: carga todo, firma todo, publica todo sin preocuparse demasiado por quién mira. Cuando empiezan a aparecer errores grotescos, documentos incompletos, actuaciones desfasadas, es porque alguien está apurado, nervioso o improvisando.
Que se armen expedientes en papel a último momento, que falte información de semanas recientes, que algunos actos aparezcan por un lado pero no por otro, no habla de una “gestión eficiente”, sino de una gestión a la defensiva.
Y una gestión a la defensiva es, por definición, una gestión que se sabe discutida. Sabe que hay vecinos, periodistas, empleados, concejales, gente común revisando lo que hace. Sabe que cada licitación rara, cada monto excesivo, cada servicio mal ejecutado puede terminar en una nota, en una denuncia, en una presentación.
En medio de los cambios de sistema y las idas y vueltas con los proveedores, se perdió material. Actuaciones que estaban, después dejaron de estar; documentos que deberían haber sido migrados y se quedaron en un limbo cómodo para algunos; series que quedaron cortadas justo donde empezaban los problemas. Oficialmente, la explicación es siempre la misma: “errores”, “negligencias”, “cuestiones técnicas”. Pero hay una sospecha que se repite en voz baja: demasiada casualidad, demasiado oportuno, demasiado parecido a esos “accidentes” que benefician siempre al mismo lado.
Por eso, aunque sea frustrante ver cómo vuelven viejas prácticas, también hay que leer este movimiento con realismo: si no estuvieran incómodos, no se molestarían en complicar el acceso a la información.
6. El papel aguanta todo, pero también recuerda todo
Hay una frase que se repite siempre: “el papel aguanta todo”. Se usa para hablar de cómo puede escribirse cualquier cosa, firmarse cualquier cosa, inventarse cualquier cosa. Pero hay otra cara de esa misma realidad: el papel también guarda todo.
Los expedientes de cartón que hoy se arman para evitar la exposición digital, mañana pueden ser prueba de algo más grande. Esos decretos, esas actuaciones, esas notas que hoy se esconden en un mueble, algún día pueden salir, fotocopiadas, escaneadas, anexadas a una causa. El hecho de que no estén en un sistema abierto no los convierte en invisibles para siempre.
La corrupción no prescribe en la vida real. Prescriben los plazos en los códigos. Pero las consecuencias de cada decisión injusta quedan ahí: en la calle que nunca se arregló, en la cloaca que siempre rebalsa, en el servicio que se paga y no se presta, en el negocio que se armó a costa de todos.
Los expedientes en papel son, en el mejor de los casos, una demora. Nunca una absolución automática. El regreso del expediente de papel en Guaymallén no es nostalgia…
Algún día, cuando la justicia decida ponerse de pie o cuando la política cambie de manos, esos expedientes físicos podrán ser pedidos, revisados, reconstruidos. Y entonces quedará claro qué se quiso esconder y quién firmó qué. Sobre todo en estas últimas gestiones, que no resisten una auditoría seria y lo saben, por eso corren detrás del daño ya hecho en vez de prevenirlo.
7. Lo que nos toca hacer mientras tanto
Mientras tanto, la foto es esta: un municipio que retrocede en transparencia, una justicia que sigue sin estar a la altura y una sociedad que empieza a unir los puntos. No alcanza con indignarse; tampoco con resignarse.
Hay cosas concretas que se pueden hacer:
- Seguir pidiendo información, aunque llegue incompleta.
- Documentar los baches: fechas, números de expediente, actuaciones que faltan.
- Guardar capturas de pantalla de lo que hoy está y mañana tal vez no.
- Denunciar, cada vez que sea posible, la falta de carga de datos como lo que es: un obstáculo deliberado al control ciudadano.
- Y sobre todo, no naturalizar el regreso al papel como si fuera algo neutro o inevitable.
Hasta ahora, “casi” nadie se hace eco de estas notas. Ni grandes medios, ni dirigencia política, ni organismos que deberían sentirse interpelados. Prefieren fingir demencia, mirar para otro lado, actuar como si todo fuera un problema menor entre “un periodista molesto” y una municipalidad que “trabaja mucho”. Es un silencio cómodo, pero frágil.
La digitalización no fue un favor del poder: fue una conquista de época. Un paso adelante que ahora algunos quieren revertir porque se sienten observados.
Algún día tendrá que terminar esta corrupción que la justicia, por ahora, elige no ver. La bomba que hoy intentan desactivar con cambios de sistema, expedientes de papel y archivos incompletos les va a explotar en las manos a ellos, no a quienes se limitaron a pedir que las cosas se hagan bien. Ese día no va a llegar solo. Se construye con cada expediente leído, con cada hueco detectado, con cada nota publicada, con cada vecino que se niega a aceptar que la oscuridad vuelva a ser la regla. El regreso del expediente de papel en Guaymallén no es nostalgia…
Mientras tanto, ellos puede que vuelvan al papel. Nosotros, al menos, no volvamos al silencio.
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Guaymallén, Guaymallén, cuando ,no, una municipalidad inundada por agujeros NEGROS, TODO manejable, todo se acomoda, todo se desvía serían GRANDES MAGOS de la CORRUPCION