URGENTE: mientras capacitan en “manejo de quejas”, un sindicato pide a los gritos la salida de Nadia Fernández

En el cuarto piso de la municipalidad, un sindicato reclama a viva voz la destitución de la jefa de Defensa Civil, Nadia Fernández. Abajo, el municipio sigue ignorando los expedientes, las denuncias y las notas que ya documentaron un prontuario disciplinario y un patrón de violencia laboral. Por Néstor Bethencourt

Este martes, en pleno edificio central de Guaymallén, un reclamo ruidoso sacude el cuarto piso. Integrantes de uno de los sindicatos municipales exigen algo muy concreto: que Nadia Fernández deje de ser jefa de Defensa Civil. No es un enojo de un día. Es el capítulo más reciente de un conflicto que ya se escribió en expedientes, notas periodísticas y denuncias formales.

Mientras tanto, en la web oficial del municipio florecen gacetillas sobre capacitaciones de “manejo de quejas” y “servicio al cliente”. En la realidad, las quejas más graves siguen sin manejo alguno.


De las denuncias en Ecos a los gritos en el cuarto piso

Ecos Mendocinos viene siguiendo el caso desde hace meses. En septiembre se publicó la nota URGENTE: grave denuncia revela persecución y violencia laboral sistemática en Guaymallén”, donde se detallaron los expedientes EXP-19001-2025, EXP-18848-2025 y EXP-21589-2025. Allí, el sindicato ASEMUG acusó a Fernández de un patrón de hostigamiento y maltrato en Defensa Civil.

Los testimonios describían un cuadro pesado: vaciamiento de funciones, amenazas salariales, cambios de horario como castigo, guardias nocturnas impuestas y un clima de intimidación permanente. Una de las voces clave fue la delegada sindical Rita Mariela Durán. Su caso ya había llegado a la Séptima Cámara del Trabajo, donde el municipio reconoció “actos persecutorios” y debió restituir sumas retenidas de manera indebida.

Pocos días después, otra nota en Ecos Mendocinos mostró algo todavía más delicado: el prontuario disciplinario de la propia jefa de Defensa Civil. A partir del expediente EXP-19001-2025, la municipalidad tuvo que pedir los antecedentes administrativos de Fernández. Y lo que apareció en esos papeles fue un combo incómodo: un apercibimiento en mayo de 2020 por exponer innecesariamente a su personal en un hecho delictivo y exceder la velocidad en un móvil oficial, y una suspensión en julio de 2020 por usar recursos municipales para entrar a un domicilio particular sin causa y con inspectores viales.

Todo eso está firmado y sellado por el propio municipio. No lo inventó ningún opositor ni ningún periodista creativo.

Hoy, mientras en el cuarto piso un sindicato vuelve a reclamar su salida, la línea de tiempo cierra sola: primero fueron las denuncias en papel, después las notas que obligaron a mover los expedientes, ahora el ruido en los pasillos. Lo único que no se mueve es la decisión política de sostenerla.


Una jefa cuestionada que el municipio se empeña en sostener

Las notas anteriores dejaron claro que Nadia Fernández no es una funcionaria “cuestionada en abstracto”. Tiene:

  • Denuncias formales por violencia laboral y persecución.
  • Testimonios que hablan de maltrato, humillaciones y amenazas sobre ítems salariales.
  • Antecedentes disciplinarios vigentes, con apercibimiento y suspensión documentados.

Pese a eso, sigue al frente de un área sensible. Defensa Civil no es un escritorio cualquiera. Es el lugar que debería coordinar respuestas ante emergencias, cuidar equipos y sostener confianza interna. Si la jefa acumula denuncias por incendiar el clima laboral, el mensaje hacia adentro es devastador.

Las trabajadoras que se animaron a denunciar contaron historias que no se borran con una gacetilla: cambios de guardia diseñados como castigo, capacitaciones impuestas bajo amenaza, acompañantes nocturnos que intimidaban en plena oficina, horas de servicio que no se veían reflejadas en el sueldo.

Ahora ese malestar bajó de los expedientes al pasillo. Lo que antes estaba en fojas y notas, hoy suena en tambores, aplausos y voces que exigen su salida.


“Manejo de quejas”: teoría en el sexto piso, realidad en el cuarto

La postal es perfecta para entender el modelo Guaymallén. Hace días, el municipio difundió con orgullo que realizó una capacitación sobre “Manejo de quejas” para mejorar el servicio al cliente, destinada al sector turístico y gastronómico. Hablaban de transformar reclamos en oportunidades, de empatía, de liderazgo y de reputación.

En paralelo, las quejas más graves dentro de la propia planta municipal siguen sin trámite serio ni respuesta visible. Los expedientes caminan cuando hay exposición pública. Las sanciones disciplinarias se conocen porque alguien las pidió y las publicó. Los sindicatos tienen que subir el volumen para que alguien los escuche.

De un lado, el curso sobre cómo tratar con amabilidad un reclamo en un hotel o restaurante. Del otro, trabajadoras que denuncian persecución, acoso y amenazas en Defensa Civil, y que deben recurrir a la justicia laboral o a los medios para que el tema no quede sepultado en una bandeja de entrada.

Si el municipio aplicara en casa lo que dice enseñar puertas afuera, Fernández no seguiría en su cargo mientras llueven denuncias y antecedentes en su contra.


De la queja al síntoma de un sistema

Lo que ocurre hoy en el cuarto piso no es un hecho aislado. Es el síntoma de un sistema que aprendió a soportar la queja sin corregir la causa.

Primero, el sindicato ASEMUG envió presentaciones formales, citando Constitución, leyes provinciales y normativa de violencia laboral.
Luego, los expedientes se activaron a medias. Se pidieron antecedentes, se confirmaron sanciones, se armó un cuadro de situación que en cualquier administración seria hubiera disparado una decisión política clara. En Guaymallén, no.

En el medio, aparecieron las notas de Ecos Mendocinos, que hicieron público lo que algunos querían dejar en silencio. Esa presión movió papeles, pero no movió el sillón de la jefa de Defensa Civil.

Hoy, las quejas ya no son un trámite digital ni una carta sellada: son un reclamo ruidoso que sube por las escaleras y se escucha en todo el edificio. Si tampoco lo escuchan esta vez, la pregunta deja de ser qué más tiene que pasar con Nadia Fernández. La pregunta pasa a ser qué está dispuesto a tolerar el intendente Marcos Calvente para no incomodar a su propia estructura.

Porque, a esta altura, sostenerla no es un descuido. Es una decisión.


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