Hipocresía sin fin: Un municipio necesitado de una purga urgente

Un juego de hipocresía y poder. El desprecio por la gente. Por Néstor Bethencourt

Hipocresía sin fin.

El lunes pasado, casi de manera premonitoria, publicamos una de las notas más duras contra Marcos Calvente. No revelamos nada nuevo, simplemente reflejamos el hartazgo de la población ante una gestión que naufraga entre la ineficiencia y la complicidad con el pasado.

Ese mismo día, casi al mediodía, renunciaba Mauricio Iglesias, secretario de Gobierno e hijo del exintendente Marcelino Iglesias. Un movimiento que fue disfrazado con versiones oficiales poco creíbles y acomodadas a conveniencia.

A las 19:00 hs, un medio informaba sobre fricciones entre las partes. Media hora después, la versión cambiaba por el relato oficial: “Iglesias y Calvente son inseparables, pero su salida responde a una oferta del Gobierno provincial”. Una excusa graciosa que nadie creyó.

La realidad es otra: la guerra entre Calvente e Iglesias padre es un hecho. La lucha por el poder de cara a las próximas elecciones ha comenzado y promete ser feroz.

Marcelino Iglesias: Un senador con sueldo alto y producción nula

Mientras la interna se calienta, el exintendente Marcelino Iglesias, ahora senador provincial, sigue manteniendo reuniones semanales con la mayoría de los directivos municipales. Un dato llamativo si consideramos que, en su rol legislativo, no ha tenido producción alguna, salvo algún proyecto de ley irrelevante.

Iglesias, gran responsable del caos actual de Guaymallén, no digiere que su propio elegido, Marcos Calvente, haya decidido hacer su propio camino. Pero la realidad es que Calvente nunca terminó de hacer pie en un municipio dominado por la corrupción en casi todas sus líneas.

Al final, terminó atrapado en su propio juego. Se rodeó de los mismos personajes oscuros y se transformó en prisionero de su inacción.

Calvente: Un intendente sin decisión ni valentía

Quienes lo conocen de cerca aseguran que Calvente “no ve, o no quiere ver lo que realmente lo rodea“. O como dicen otros, “lo tienen agarrado de una oreja”, evitando que impulse denuncias o expulse a los protagonistas de las mayores corruptelas.

Calvente no gobierna, apenas sobrevive.

Mientras tanto, el botín sigue siendo lo único importante. Las calles y acequias colapsan de fluidos cloacales en Corralitos, entre otra multiplicidad de inacciones, pero el foco está en las elecciones.

Como perlita no menor, en un grupo de whatsapp, el medio digital MDZ mostraba por la queja vecinal, cómo un vehiculo que volcó sobre la vereda el lunes pasado en Bandera de los Andes y Victoria, a pocas cuadras de la municipalidad, aun sigue en el lugar,

La corrupción se multiplica y los cómplices prosperan

El problema de Guaymallén no es solo su intendente indeciso. Las mismas caras siguen ocupando cargos clave, manejando millones y multiplicando beneficios personales.

Alguno de los casos más evidentes:

• Pablo Raddi, al frente de Control de Gestión, mantiene intacta su estructura de poder.
• Lorena Cañete, su segunda línea, viajó varias veces al Caribe en el último año, financiada por su desinteresado salario municipal.
• Mónica Martínez, súbdita de Raddi, con equipo de personal propio, a su proio beneficio.
• Silvia Donati, directora de Desarrollo Social, junto a su troupe de inoperantes, sigue manejando fondos sensibles sin control alguno. Las entregas a dedo en el hipermercado municipal conyinúan como si nada, sin llegar a los reales necesitados. Está en campaña, para quien? no lo sabemos, pero los costosísimos “souvenir” los pagamos todos.
• Cintia Brucki exdirectora de planificación, (ahora “asesora”) mientras su mano derecha de apellido Navarrete sigue operando por ella.
• Ruben Suarez, exdirector de Parque Automotor (ahora a cargo de una delegación a pedido de los secretarios de intendencia). Todos siguen cobrando sumas astronómicas sin mostrar resultados.

El “cambio” de funcionarios, que se demoró casi dos meses, fue una farsa. Los que eran malos funcionarios ahora, con el cargo confirmado, son peores. Mientras tanto, los empleados municipales que realmente quieren trabajar son castigados y perseguidos.

Una comuna que necesita urgente una desparasitación

La situación de Guaymallén no se soluciona con discursos ni con maquillajes políticos. Se necesita una purga total, una desparasitación profunda de una estructura corrupta enquistada desde hace años.

Hoy, las unidades de servicios, las jerarquías y los sueldos privilegiados se multiplican entre los cómplices, mientras los trabajadores honestos siguen cobrando migajas. La brecha entre los que viven del municipio y los que trabajan para él es cada vez mayor.

Lo más grave es que ni Calvente, ni Iglesias, ni sus operadores políticos parecen ver el desastre que han generado. O peor aún: lo ven y lo fomentan.

A esta altura, ya da igual si es por incompetencia o por maldad. El resultado es el mismo: una comuna en decadencia, secuestrada por una casta de parásitos políticos.

Guaymallén merece mucho más que esto.

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