Guaymallén bajo sospecha.

Por Néstor Bethencourt.

Guaymallén bajo sospecha, informe de investigación.

Guaymallén se encuentra sumergido en un entramado de corrupción y desorden administrativo que pone en duda la integridad de su gestión actual. La herencia de irregularidades recibida por Marcos Calvente de la administración anterior, encabezada por Marcelino Iglesias, parece haber minado las bases del municipio, exponiendo un entorno donde las prácticas corruptas y la mala gestión son la norma.

Una administración en crisis

Desde que asumió Marcos Calvente, se esperaba que su gestión trajera un cambio real para un municipio ya desgastado por prácticas deshonestas y escándalos. Sin embargo, a medida que pasan los meses, la percepción de los empleados municipales y de la comunidad es de decepción y frustración. Según diversas fuentes, las decisiones de Calvente parecen erráticas y poco efectivas frente a la envergadura de los problemas heredados.

A pesar de ser el antiguo secretario de Obras de Iglesias, Calvente intentó distanciarse de su predecesor para imprimirle un nuevo aire a su gestión. Sin embargo, su falta de experiencia política y su negativa a confrontar directamente a ciertos funcionarios enquistados ha llevado a una administración débil y fragmentada. Los empleados, desganados y estresados, sufren las consecuencias de un ambiente laboral tóxico, agravado por la desidia de ver cómo los “protegidos” ascienden y se enriquecen impunemente.

Los herederos del desorden: funcionarios en la mira

Gran parte del problema radica en la permanencia de funcionarios cuestionados que arrastran prácticas deshonestas desde la gestión anterior. Nombres como Jorge Carrizo, Rubén Suárez, Pablo Raddi y Marcela Amarillo se repiten una y otra vez en los pasillos del municipio, asociados a actos de corrupción, maltratos y abuso de poder.

• Jorge Carrizo, director de seguridad, también encargado de la playa de secuestros, se destaca como uno de los mayores exponentes del descalabro administrativo. Denunciado en varias ocasiones por la falta de control sobre los vehículos secuestrados y por supuestos desfalcos relacionados con el manejo de grúas y autopartes, Carrizo sigue en funciones, moviéndose entre las sombras con la complicidad de su entorno. Licencias de conducir, tránsito y defensa Civil mantienen severos cuestionamientos.
• Rubén Suárez, director de Parque Automotor, es conocido por su práctica de tercerizar las reparaciones de los vehículos del municipio a empresas amigas a precios inflados, mientras deja de lado al personal capacitado del taller municipal. Su gestión incluye la permisividad en el uso particular de vehículos municipales, beneficiando a ciertos funcionarios a cambio de favores y lealtades.
• Pablo Raddi, al frente de Control de Gestión, no solo es visto como un directivoobsecuente, sino también como un facilitador del caos administrativo. Las licitaciones bajo su control están plagadas de irregularidades, con nombres recurrentes como Lorena Cañete y González, quienes no pueden justificar el incremento desmesurado de su patrimonio personal.
• Marcela Amarillo, ex directora de Asuntos Legales y actual secretaria legislativa en el Concejo Deliberante, también acumula cuestionamientos. Su implicancia en la generación y aprobación de expedientes de dudosa legalidad la pone en el ojo de la tormenta, aunque su posición estratégica y cercanía con los sectores de poder le permiten operar con cierta inmunidad. También es recaudadora en ATM, y usa instalaciones del HCD para efectuar cobranzas.

La figura de Marcelino Iglesias: el factor omnipresente.

Aunque ya no es intendente, Marcelino Iglesias sigue marcando el pulso de Guaymallén desde las sombras. Con un perfil de caudillo obstinado y de temperamento difícil, mantiene influencia en varios sectores de la administración. Se le acusa de dejar un “campo minado” para su sucesor, con funcionarios fieles a su persona y no a la institución.

En su rol actual como senador provincial, Iglesias ha preferido centrarse en su control del municipio antes que en legislar para su distrito. Prueba de ello es su escaso número de proyectos presentados en la legislatura. A pesar de estar envuelto en la causa “Irrigación” —donde se lo investiga por irregularidades en el manejo de fondos para obras hídricas—, su presencia en Guaymallén es constante, con visitas regulares a la comuna y la participación activa en las decisiones de su numeroso círculo de confianza.

Un Concejo Deliberante dividido

El Concejo Deliberante, que debería ser un órgano de contrapeso, se encuentra también dividido y envuelto en las luchas de poder internas. La presidenta del cuerpo, Verónica Cancela, ex nuera de Iglesias y madre de sus nietos, se ha convertido en una pieza clave de la crisis. Con una gestión caracterizada por su falta de experiencia y su obediencia ciega a los dictámenes de su ex suegro, ha prohibido a los concejales mantener cualquier contacto con la intendencia, profundizando aún más la desconexión entre el poder legislativo y el ejecutivo.

Esta fragmentación no solo debilita la capacidad de fiscalización del Concejo, sino que también ha generado un ambiente de constante enfrentamiento, donde cualquier intento de diálogo se convierte en una guerra de trincheras políticas.

El desgaste de Marcos Calvente: ¿una figura debilitada?

Calvente, que llegó al poder con un leve respaldo popular propio y cierta credibilidad dentro del municipio, ha visto cómo su imagen se deteriora rápidamente. Los empleados de planta se sienten ignorados, y los intentos de independencia política de Iglesias se han visto frustrados por la falta de medidas contundentes contra los responsables de las irregularidades. La situación ha llegado a tal punto que incluso sectores afines comienzan a cuestionar su liderazgo.

A pesar de algunas acciones iniciales para revertir el caos heredado, la percepción general es que Calvente opta por el desgaste lento antes que por la confrontación directa. Sin embargo, el tiempo corre en su contra: con cada día que pasa sin soluciones, su legitimidad y capacidad de gobierno se ven más comprometidas.

Conclusiones: un municipio a la deriva

La situación en Guaymallén es crítica. El municipio, uno de los más importantes de Mendoza, se encuentra atrapado en un entramado de corrupción, luchas internas y desconfianza generalizada. La falta de liderazgo efectivo y la permanencia de funcionarios involucrados en prácticas deshonestas no solo pone en riesgo la gobernabilidad, sino también la estabilidad laboral y el bienestar de sus empleados y vecinos.

Si no se toman medidas urgentes para sanear la administración y restaurar la credibilidad, el futuro de Guaymallén podría verse aún más empañado por conflictos y escándalos, afectando no solo a la gestión local, sino también a toda la comunidad que depende de su buen funcionamiento.

Es momento de actuar. Pero, ¿lo hará Calvente?

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